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  • Cuando la monjita se llama sor Juana
  • Marie-Cécile Bénassy-Berling

Sor Juana, engañosa y verídica cuando habla de sí misma

(Sergio Fernández XI)

Que me perdonen los lectores el no hablar aquí de poética sino de las circunstancias de la composición de un curioso romance. Y no se trata de uno de los mejores de la Décima Musa. Georgina Sabat de Rivers lo excluye, como bastantes otros, de su edición de la Inundación Castálida.1 Y Alfonso Méndez Plancarte que, por más señas, era sacerdote, en las notas de su edición no dio ningún comentario acerca de una rareza que hubiera podido llamarle la atención.

Se trata del romance: "Hete yo, divina Lysi . . ." (72 versos).2 Es el único texto conocido en el que la monja se permite amonestar a su amiga virreina, María Luisa, condesa de Paredes y marquesa de la Laguna. "Lysi" había escrito una carta a sor Juana durante la cuaresma y se extrañaba de no recibir respuesta. Por supuesto, el "sermón" va seguido y corregido por ingeniosas, halagüeñas (y devotas) alabanzas. La noble destinataria no se enfada y hasta incluye dicho romance en la Inundación Castálida, aquella primera edición de poemas de sor Juana en la península en 1689. El libro de 328 páginas transforma a la lejana monja en una metáfora de las minas de plata de México, le asegura una gran fama literaria y contribuye también al gran prestigio en la corte de su amiga, protectora y editora. [End Page 183]

Las primeras estrofas dicen lo esencial:

Hete yo, divina Lysi,considerado estos díasocupada en El que soloes digno de tus cariciasToda te he juzgado en Dios:pues debe tu bizarría,como la más obligada,ser la más agradecida.Juzgado he tus pensamientosallá entre las Jerarquías,porque los Ángeles sóloen el Cielo es bien que asistan.

(núm. 18, vv. 1-13)

Alfonso Méndez Plancarte se contenta con decir en una nota: "Esa intermisión la imponía la cuaresma, suspendiendo las visitas y correspondencias de las religiosas, hasta la Pascua Florida (v. 49-56) o de Resurrección; y sor Juana, entre sus delicados piropos de 'Ángeles' (v. 9-24), inculca a la marquesa el renovado fervor de ese santo tiempo" (384).

El editor sitúa el año de composición en la primera mitad del virreinato del marqués de la Laguna, esposo de doña María Luisa: cuaresma de 1681, 1682 o 1683. A 6 de julio de 1683 la condesa tiene 34 años de edad. Después de la muerte de dos hijitos, al fin es la feliz madre de un varón, José María Francisco.3 Como sor Juana alude a su marido en el poema, hubiera sido natural que hablara también del heredero si la fecha fuera posterior a su nacimiento. Además, la atmósfera más recatada de la cuaresma favorecía una atención mayor a los hijos. La Décima Musa le dedicará luego a José muchos poemas encomiásticos.

El asunto que refleja el romance es un poco anómalo: una virreina sabe perfectamente que la regla de los conventos ordena que se interrumpa la relación con el mundo exterior durante los cuarenta días de la cuaresma (visitas y correo personal incluso con la familia). Sabe también que en los conventos [End Page 184] de entonces el correo ha de pasar por el control de la autoridad antes de llegar a la destinataria. Las cartas han de permanecer cerradas hasta el final de Semana Santa. Es decir que, si María Luisa se permite escribir a una monja, es que ella sabe también perfectamente que para los estratos superiores este tipo de leyes se aplica con flexibilidad. De un lugar para otro puede haber grandes diferencias, pero ella se habrá enterado muy pronto de las costumbres mexicanas. Y doña María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga no...

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